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DECALAVERAS

Fraude o incognita científica. Los misterios de las calaveras de cristal revelados

Esta historia comienza en la época de oro de la arqueología, entre finales del siglo XIX y comienzos del XX. Los misterios y tesoros pertenecientes a civilizaciones ancestrales se encontraban dispersos por el globo esperando a ser hallados, produciendo una particular fiebre del oro entre los investigadores y, en mayor número, entre aristócratas y millonarios que buscaban excitantes experiencias.

La leyenda de las Calaveras de Cristal

Uno de estos arqueólogos aficionados, Frederick Albert Mitchell-Hedges, se encontraba en Belice – en aquel entonces Honduras Británica- rastreando la ciudad maya de Lubantuum junto a su hija adoptiva en busca de vestigios dejados por los antiguos atlantes. Mitchell Hedges, que había hecho fortuna a una temprana edad como agente de bolsa en Wall Street, decidió dedicar su vida y sus ahorros a desvelar los misterios que se ocultaban en las espesas selvas centroamericanas en una época en la que la historia oficial se daba la mano con las teorías más insólitas. Sería su hija Anna quien, explorando una cámara secreta del templo de Lubantuum, se sintió atraída por un extraño brillo que la inundó de nerviosismo.

Cuando sostuvo en sus manos el objeto de donde provenía el fulgor pudo comprobar que se trataba de una calavera perfecta hecha de cristal de cuarzo y en perfectas condiciones. Cuando fue subida con la cuerda, el cráneo fue alzado por su padre provocando gritos de júbilo y reverencias de los indios que les acompañaban. Era el año 1927.

Pese a la poderosa ética del explorador, que donaba todo lo que desenterraba al Museo Británico, decidió conservar esta pieza a la que atribuyó propiedades mágicas desde el primer momento. Sostenía que mirando directamente a sus ojos se podía llegar a un estado superior de conciencia, e incluso predecir el futuro. Contaba a menudo que un periodista entró en trance cuando la sujetó así como que el objeto castigaba a todo aquel que se mofara de sus poderes. La bautizó con el nombre de «Calavera del Destino».

Por si esto fuera poco, una antigua leyenda maya alimentaba el misterio de la calavera de cristal. Según las creencias de este pueblo, existen un total de 13 calaveras mágicas dispersas por Sudamérica que fueron talladas en los 13 mundos habitados por los seres humanos. La razón por la que las calaveras se encuentran actualmente en la Tierra consistiría en ayudar al hombre en su búsqueda de conocimiento, pues cuando todas sean halladas y colocadas juntas, nos desvelarán conocimientos tecnológicos que perdimos hace milenios. El supuesto origen extraterrestre de este cráneo hizo volar la imaginación de los arqueólogos y el escepticismo de los científicos, que deseaban comprobar su origen fraudulento.

Aunque el descubrimiento de Mitchell-Hedges fue muy sonado por la calidad de la factura del objeto, lo cierto es que ya existían otras calaveras de cristal expuestas en diferentes museos y en fondos privados. La calavera «ET» fue descubierta en Guatemala en 1906 y fue bautizada así por su cráneo alargado que le da una apariencia «no humana». En el Museo del Hombre de París se encuentra otra pieza, también de cuarzo, que presenta un conducto vertical en el centro, probablemente para ser utilizada como báculo de un bastón ceremonial. La calavera de Londres, expuesta en el Museum of Mankind, fue adquirida por este último a la joyería Tiffany´s de Nueva York, que la mostraba en su tienda tras su adquisición en una subasta.

Estos son algunos de los cráneos más relevantes, aunque existen documentos de algunos otros en paradero desconocido; no olvidemos que los comienzos del siglo XX fueron grandes años para los saqueadores de tesoros y el contrabando de obras de arte antiguo.

La gran mayoría de estos objetos fueron catalogados como precolombinos y expuestos como tal, pero en los años 70, una nueva ola de sentimiento «New Age» hizo que la población se interesara una vez más por las propiedades de las calaveras. Gracias a las nuevas tecnologías los laboratorios contaban con mejores medios para datar los objetos antiguos, si bien no mediante el carbono 14, puesto que el cuarzo es inorgánico, sí mediante radiografías y análisis microscópicos que pudieran dilucidar de qué forma fueron tallados, dándonos el periodo de su elaboración. Tras el fallecimiento de Frederick Mitchell-Hedges, su hija Anna decidió entregar la calavera a los laboratorios Hewlett-Packard para su análisis. Lo que descubrieron les dejó atónitos; la calavera no pudo haber sido tallada con las herramientas de las que disponían los antiguos mayas, dado el nivel de perfección de las muescas. Uno de los investigadores exclamó literalmente: «Este maldito cacharro no debería si quiera existir». Por su puesto, los científicos contaban con que se trataba de un objeto precolombino auténtico y no especularon con que se tratase de una talla moderna. Anna se llevó el cráneo sin permitir que se le hicieran más investigaciones. A esto le sucedieron años de controversia y disensión científica.

Finalmente y, tras la muerte de Anna Mitchell-Hedges en 2007, la calavera pudo ser analizada por los más modernos métodos, que incluyeron el empleo de luz ultravioleta, tomografías por ordenador y un microscopio óptico. Tras casi un siglo de controversia en torno a la calavera Mitchell-Hedges, el misterio había sido desvelado: había sido tallada mediante herramientas rotativas modernas, posiblemente en la década de 1930, fecha posterior incluso a su descubrimiento, el cual se sospecha asimismo que fue un engaño. Todo apunta a que Federick la adquirió en una subasta en 1943, creando posteriormente el mito sobre su descubrimiento, demasiado literario para ser fiable. El análisis del resto de calaveras arrojó un resultado lapidario; habían sido talladas con una técnica moderna muy parecida. Hoy en día, todos los cráneos de cristal se consideran fraudulentos con el desdén consiguiente de la comunidad científica hacia la figura del explorador, aventurero, escritor y arqueólogo Frederick Mitchell-Hedges.

Las calaveras de cristal vuelven a estar de moda con la nueva entrega de Indiana Jones, de mano de Steven Spielberg, y nos abre nuevos interrogantes: las calaveras nunca han podido ser datadas realmente, solo se especula con la fecha de su talla por la tecnología empleada; además, existen muchas otras calaveras de diferentes minerales y difícil datación, muchas de ellas ocultas aún ¿Nos depararán alguna otra sorpresa?