La relación de la cultura méxicana con la muerte es ante todo original. En el viejo mundo la celebración del día de Todos los Santos o de los Fieles Difuntos (entre el 31 de octubre y el 2 de noviembre) se caracteriza por las ofrendas florales. Esa es la marca de la tradición y cultura romanas, pero en México son típicas las caravelas literarias.
En tierras mexicanas no hay eufemismos ni desvíos para tratar con la muerte. Es por ello que la festividad con la que se honra a los muertos lleva por nombre el explícito nombre del Día de Muertos. Se celebra entre octubre y noviembre, al igual que en Europa, pero el Día de Muertos entierra su espíritu en las raíces de la cultura precolombina.
De ahí que en lugar de flores y caras tristes, en México se hagan calaveras alegres. En concreto, las calaveras literarias consisten en piezas escritas en verso con un tono jocoso y son herederas de las clásicos epitafios decimonónicos con los que por aquellos derroteros se pretendía hacer burla a personajes públicos importantes o influyentes a través de la muerte.
Pero estos peculiares poemas ilustrados con calaveras sonrientes no hacían chanza exclusivamente de la muerte. También tenían un uso mucho más útil para el mundo de los vivos: criticar a los políticos. Esta fue razón suficiente para que se prohibiera su publicación en los periódicos a finales del siglo XIX, pero la censura no pudo acabar con La Catrina, nombre por el que se conocen las calaveras que acompañaban estos singulares epitafios.
Además de vencer a la censura, el arraigo popular de las calaveras literarias se ha filtrado en todas las capas de la sociedad. Eso incluye la escuela, donde las calaveras para niños pueden verse en algún que otro espacio educativo. Esta claro que el contenido de estas composiciones no tiene la carga irreverente de los originales, pero la diversión de los críos está asegurada a un coste ínfimo.
Lista de Calaveras Literarias para niños
Para realizar estas pequeñas obras de arte solo hace falta papel, lápiz, algunos colores y creatividad para dar rienda suelta al ingenio. Solo hay que escribir unos versos pícaros o críticos y adornar el texto con una calavera risueña. Lo mejor de todo es que con un simple folio se agudiza el ingenio y se rescata un pedacito de cultura romántica ligada a los ancestros.